Carlos Rabadán (Valencia, 1975) se desenvuelve con naturalidad en el Comité de Árbitros de Valencia. Es su segunda casa. Suma 21 temporadas –más de la mitad de su vida- como colegiado de fútbol sala, 15 de las cuales han sido en Primera División. Responsabilidad que compagina con la coordinación de la Comisión de capacitación del Comité y con su labor de enfermero en un centro de salud. Le quedan tres temporadas para retirarse -“y porque me obligan”, dice-, pero la ilusión desbordante y la alegría contagiosa que trasmite rompen con todos los estereotipos preconcebidos del estamento arbitral. Precisamente ésa es su batalla más personal: trasmitir la pasión y la humanidad del arbitraje a los más jóvenes, en un momento en el que se trata de mecanizar las decisiones. Concibe el arbitraje como un deporte: “Cada septiembre empieza una nueva temporada y yo me propongo ser el número uno”. Una voluntad que se ha hecho realidad: ha sido reconocido como el mejor árbitro de fútbol sala de Primera División de la temporada 2016/17.
¿Cómo y cuándo empieza en el mundo del arbitraje?
El gusanillo del arbitraje me entró ya en el colegio, cuando hacía de árbitro en los partidos de niños más pequeños. Pero realmente todo empezó hace 21 años. Una persona de la falla, y amigo de mis padres, que era árbitro del Comité, organizaba campeonatos en los que yo jugaba y pitaba a otros chavales más pequeños, y en uno de esos partidos vino gente del Comité, me vieron arbitrar y me propusieron que me dedicara a esto. Yo por aquel entonces, que tenía 20 años, quería seguir jugando a nivel local, pero cuando lo dejé me apunté a un cursillo. Empecé desde abajo y fui ascendiendo muy rápido. Ahora se ha convertido en una forma de vida. Llevo más de media vida arbitrando y el arbitraje forma parte de mí, de mi día a día, de mi pareja, de mis familia, de mis amigos.
Es su forma de vida, pero ¿se puede vivir del arbitraje hoy por hoy?
En el fútbol sala no. Cobramos el 5% de lo que cobra un árbitro de fútbol. Tienes que amar este deporte y esta labor para hacerlo. De hecho, yo aparte de arbitrar y coordinar la comisión de capacitación del Comité de Árbitros, estoy preparando una oposición y soy enfermero en un centro de salud.
Tras una carrera tan dilatada, ¿cuál es el momento más especial con el que se queda?
Momentos, muchos. Es difícil quedarme solo con uno. Pero si he de hacerlo, sería el ascenso a Primera División. Recuerdo ese día hace ya 14 años. Sabía que había hecho una buena temporada y que tenía opciones de ascender y me enteré de forma oficial por un compañero de Murcia que me llamó. Nuestro presidente de aquel entonces en Valencia todavía no nos había reunido y no teníamos Internet. Recuerdo ese día y aquella llamada con mucha emoción. También fue muy especial cuando, el año pasado estando en Águilas (Murcia) pitando unos partidos entre las selecciones sub-18 de España y Portugal, me designaron para ir a la Copa de España de Guadalajara. Fue un momento de mucha alegría, porque es una competición muy bonita,es la fiesta del fútbol sala español. Aunque fue agridulce porque Raquel González Ruano, que era mi compañera por aquel entonces y en ese momento estaba conmigo, se quedó a las puertas y sé que es su ilusión.
¿Ha habido algún momento complicado en el que se haya planteado dejar el arbitraje?
Ha habido momentos malos. Ahora estoy en un momento deportivo muy bueno, pero hace dos o tres temporadas fue una racha complicada. No tenía una pareja estable dentro del arbitraje y eso no te deja tener la continuidad de un compañero que sigue contigo la misma línea. Son momentos difíciles de llevar, porque para los árbitros de fútbol sala es muy importante ese compañero, igual que lo es el trío arbitral en fútbol. Sin embargo, yo estuve arbitrando cada fin de semana con un compañero diferente y llegué a tener hasta 6 en una misma temporada. Eso supuso una inestabilidad que generó momentos difíciles, pero no como para pensar en dejármelo.
¿Cómo fue el día del debut en Primera?
Mi debut fue un Murcia-Xota Pamplona, en Murcia, un domingo a las 12 del mediodía. Imagina los nervios. En este deporte no da como en el fútbol para viajar el día anterior, sino que me levanté a las 7 de la mañana, cogí el coche, fui a Murcia, arbitré, terminé el partido y volví. Recuerdo entrar en el Palacio de los Deportes, un pabellón de 10 u 11.000 espectadores, enorme, muy bonito, y ver allí a jugadores y entrenadores a los que había seguido. Es una experiencia que todavía perdura en la retina.
¿Los objetivos que se marcó cuando empezó se han cumplido o queda algo en el tintero?
Cuando comencé hace 22 años, no me planteaba ningún objetivo. Me metí en esto porque dejé de jugar a nivel local y era una forma de seguir vinculado al deporte. Creo que los verdaderos objetivos te los vas marcando cuando ya estás dentro. Nunca hubiese imaginado arbitrar en Primera División durante 14-15 temporadas. Me queda en el tintero arbitrar otra final de Liga como la que pité hace 12 años o asistir una copa de España -ya ha arbitrado dos- con un compañero valenciano. También ser árbitro internacional, porque aunque es algo difícil de compaginar con el mundo laboral y personal, supone estar al máximo nivel y todos queremos eso. Actualmente, mi objetivo cada año es ser el mejor árbitro de Primera División. El arbitraje no deja de ser deporte. Lo bueno de esto es que en septiembre se empieza de cero, empiezas a hacer camino y hay que plantearse el objetivo de ser el número uno todas las temporadas. Un árbitro que no esté motivando debe coger la puerta e irse.
Esta pasada temporada lo ha conseguido. Ha sido premiado como mejor árbitro de fútbol sala de España de la temporada 2016/17…
He conseguido ser el mejor árbitro de Primera División, yo no voy a decir que soy el mejor de España, porque para eso creo que hay que tener una trayectoria de mucho tiempo. Este reconocimiento te deja la sensación de haber hecho bien el trabajo. Era consciente de que la temporada había sido muy buena, sabía que si este año no lograba estar entre los cinco mejores ya no lo estaría nunca. Me quedo con la sensación de haber hecho una muy buena temporada con partidos muy intensos y muy importantes en los que no hubo ningún tipo de problema. Eso me motiva más para seguir trabajando y que la temporada que empieza salga bien.
Tiene una faceta muy encaminada a la instrucción y a guíar a árbitros más jóvenes, ¿ése es el camino por el que quiere continuar cuando se retire?
En tres años tengo que dejar el arbitraje, porque a los 45 no podemos continuar, aunque yo lo haría. Pero sí, mi objetivo es seguir vinculado al Comité. Hoy en día soy la persona que lleva la coordinación de la Comisión de capacitación. Estamos dando grandes pasos y cuando deje el arbitraje serán mayores, porque podré dedicarle más tiempo. También me motiva guiar a nuevos árbitros, lo estoy haciendo con mi nuevo compañero, Pablo Delgado, lleva solo tres años y trato de instruirle y motivarle, como hizo conmigo Paco Rodríguez, para que logre las cosas que a mi me han quedado en el tintero, como ser árbitro internacional.
¿Cómo ve el futuro del arbitraje en España?
Tanto en fútbol como en fútbol sala, en España somos líderes a nivel internacional. Tenemos los mejores árbitros en las mejores ligas: la Liga de Fútbol Profesional y la Liga Nacional de Fútbol Sala. Fernando Gutiérrez ha sido designado mejor árbitro del mundo en dos ocasiones, poco antes de retirarse, y lo hizo pitando una final de un Mundial, algo encomiable y admirable.
¿Es más fácil ser árbitro de futsal que de fútbol?
Más fácil a nivel mediático. El fútbol, pero también ahora el sala, está muy mediatizado y se descarga sobre el árbitro un exceso de responsabilidad. Un árbitro cuando sale a la pista pita lo que ve y en el arbitraje entra el factor humano a la hora de tomar decisiones. No todo es blanco o negro, sino que hay muchas circunstancias que hacen que exista una escala de grises en la respuesta del árbitro. Nos exigen decisiones mecanizadas, pero no somos máquinas. La realidad es que el arbitraje actual es humano, personal y, por tanto, más expuesto al error.
Autor: Prensa FFCV