Como dijo Truman Capote, “el fracaso es el condimento que da sabor al éxito”. No hay un gran logro que no vaya acompañado de decenas de fracasos. Muchas veces esta tarea de la gestión del éxito y del fracaso queda en manos de los entrenadores, pero no siempre tenemos los conocimientos y herramientas para abordar estos temas con nuestros jugadores, porque habitualmente pueden requerir entrenamiento mental y éste debe ser desarrollado por profesionales de la psicología deportiva. Mi experiencia me permite estas recomendaciones que a continuación expongo.
Gestionar el éxito
Las ventajas del éxito todo el mundo las conoce, las desea, las persigue… Son muchos los beneficios, y es el principal elemento motivador de un deportista: GANAR. La sociedad alaba, ensalza, admira… Quiere ganadores. Competimos para ganar. Pero ganar siempre o casi siempre, también entraña sus riesgos:
- El ego divisor (envidias)
- El éxito vuelve el “nosotros” en “yo”.
- “Sobrevaloramos” las capacidades por encima del trabajo, la constancia, la humildad…
- Los buenos resultados tapan los defectos y dificultan la autocrítica.
- Perdemos la perspectiva y nos alejamos de la realidad.
- El éxito es transitorio: “hasta las hojas de las coronas de los vencedores se marchitan”.
- Se exageran las aportaciones personales y se minimizan las deficiencias, las dificultades.
- Aparecen los “halagos” interesados, y la gente nos dice lo que queremos oír.
- Aumentan “los amigos” y también …los enemigos
- Estamos en el centro del huracán… pero no muy lejos de la tormenta.
- Soberbia, narcisismo,…
- Ganar se hace rutinario y pierde aliciente. Parece que es fácil… Nos descuidamos
Por esto es importante saber gestionar el éxito: Saber ganar… para seguir ganando. Permanecer alerta, conscientes… ante los hechos antes descritos. Estar atento a estos indicadores, e incluso anticiparse a ellos.
Algunas sugerencias.
- Compartir el éxito. No acaparar
- Más que nunca hacer equipo, equipo, equipo: Nosotros por encima del yo.
- Respetar y reconocer la labor de todos.
- Estar siempre: cuando las cosas van bien… Y no tan bien.
- Vivir el presente: El momento es importante. No pensar, dejar fluir… Ser naturales… No dejar que la situación nos perturbe o distorsione la realidad. No ser corto de miras y “morir de éxito”
- No perder de vista el futuro. Plantear nuevos desafíos, retos… Cambiar para mejorar. Pensar: Estamos a un año del fracaso…
Gestionar el fracaso
No siempre se puede ganar, y son muchas las ocasiones en las que perdemos. Hay que estar preparado para la derrota… y te ayudará a seguir ganando. El fracaso siempre es relativo, y muchas veces es la antesala de victoria o de volver a ganar. Lo primero a considerar es que nos devuelve a la realidad, y para ello es importante controlar la histeria, el “sálvese quien pueda”, el desaliento, la sensación de fracaso absoluto. Según Cagigal, en la vida 50 % de derrotas y 50 % de victorias… Las primeras son las más difíciles de afrontar y para ellas tenemos que prepararnos mejor. No hay ganadores eternos ni perdedores absolutos.
- Los malos resultados “despiertan los demonios” y conducen al pesimismo.
- Encontrar el equilibrio entre lo bueno y lo mejorable es la clave. La solución… No puede ser a costa de sacrificar valores.
- El peligro de una “desnaturalización”… El “secuestro del sueño” por los pesimistas, los mediocres y los perdedores. Es importante favorecer la autocrítica, “pararse a reflexionar” y hacer un buen diagnóstico.
- Identificar y valorar causas : • Objetivas / Subjetivas • Profundas/superficiales • Internas/ externas • Modificables/Invariables. Ejemplos: Falta de previsión – Las altas expectativas – Morir de éxito – Aumento de la competencia – Disminución de capacidades – Estancamiento – No anticiparse-
- Hay que analizar adecuadamente el funcionamiento del equipo, a estrategia y el camino que se ha seguido, las circunstancias y el contexto. Como han influido las mismas. Como lo han vivido los individuos y el grupo.
- Desde este conocimiento hay que romper con la dinámica que nos ha llevado al fracaso y aprender de los errores cometidos.
Una vez analizadas las causas hay que adaptarse a la nueva situación, hacer los ajustes precisos y comenzar de nuevo. Tres aliados poderosos tiene la derrota: el desaliento, el temor y la indecisión, pero una derrota peleada vale más q una victoria casual. Reforzar los intangibles, pues muchas veces el origen de la “derrota” está precisamente en olvidar aquello que nos hizo fuerte y competitivos. “Excavar” en la memoria y rescatar nuestras convicciones, ideales, identidad del equipo …las esencias pueden ser el comienzo de la solución.
No hay que confundir victoria con éxito ni derrota con fracaso. Me gusta más hablar de logros alcanzados y alegrías o tristezas y frustraciones.
Autor: Jesús Candelas