Escucharles hablar otorga perspectiva. Muchísima perspectiva. Joan, Mauro, Félix y Rubén. Cuatro chavales entre 13 y 15 años que, en apenas un par de intervenciones, hicieron pensar de lo lindo a los presentes durante la charla mantenida este viernes en el Congreso STOP Violencia de la FFCV.
Muchas veces los adultos diseccionamos, analizamos y desmenuzamos las causas de la violencia en el fútbol base hasta tal punto que ayudamos a convertirla en un problema todavía más complejo. Tiramos de psicología, sociología, teoría y cientos de herramientas para buscar el por qué. Y, en el fondo, casi nunca reparamos en lo obvio: que son ellos, los chavales, quienes la padecen. Y que, por lo tanto, son los mejor cualificados para entenderla y detenerla.
“¿Por qué a un jugador que pega a otro un puñetazo dentro de un campo ‘sólo’ se le sanciona, y si una persona golpea a otra en la calle acaba en la cárcel o en un reformatorio?” ¡Bang! La reflexión de Rubén recorrió el auditorio como un trueno. Es una buena pregunta, una magnífica pregunta, que en pleno debate sobre las causas y a las soluciones para la violencia ayuda a poner el foco, por ejemplo, en cómo se tipifican ciertos comportamientos dentro del marco penal en función del contexto donde se producen, aunque la agresión sea la misma.
Félix dijo varias frases que me dejaron anonadado. Quizá la más tremenda, por divertida, por sorprendente, por exquisitamente bizarra, fue a la hora de referirse a los calendarios de temporada. “Los vemos y decimos: “‘Madre mía, ¡qué padres nos han tocado!’” Los chicos de su equipo no estaban preocupados por el nivel de los equipos rivales, ni por los desplazamientos a campos lejanos, ni por la exigencia de la Liga. Estaban inquietos por el hecho de medirse a clubes con padres y acompañantes hostiles, maleducados, que los hostigarían nada más saltar al terreno de juego. Por irónico que pueda resultar, la declaración no podría incorporar un mensaje más triste.
Cuando el joven Mauro comenzó a explicar sus soluciones para erradicar la violencia del fútbol base, lo hizo con un lenguaje impropio a sus 14 años. Los niños, que nunca dejan de sorprendernos, son en ocasiones un elemento al que relegamos al mero papel de víctima de la violencia en el fútbol base, en lugar de otorgarle un rol preeminente a la hora de combatirlo. Son pequeños, pero no son tontos. Un futbolista de cualquier club convive a esas edades con presiones altísimas para su edad, y ello también ayuda a una más rápida maduración. No son tontos, así que no los tratemos con tal. Mauro volvió a reiterarlo: “El fútbol base es nuestro, es de los chavales que jugamos”.
¿Se puede tener más razón?
La respuesta es no. Es difícil tener más razón que un chaval que vive, palpita y siente el deporte base como suyo. Que hace sacrificios para practicarlo, que madura con rapidez gracias a él y que disfruta y pone en práctica unos valores enmarcados en el respeto, la competitividad sana y el ‘fair-play’. Independientemente de las (excelentes) reflexiones de Miguel Ángel Ayza Gámez (ex árbitro), Edu Serna (Atlético Sedaví), Francisco Javier Gil (Elda Industrial) y Paco Orts (Vinalesa FB), escuchar a los verdaderos protagonistas y víctimas de la violencia en el fútbol base fue sin duda el ‘highlight’ del Congreso.
Moderar la tertulia con la presencia de estos infantiles y cadetes fue una gozada. Ellos bajaron la pelota al césped, apuntaron a la escuadra y nos marcaron a todos un golazo al plantear las cuestiones con simplicidad, con franqueza y con total acierto. Son ellos los que, si estuviera en su mano, resolverían el problema en cinco minutos. Sin ninguna duda. Mientras llega ese momento, debemos esforzarnos en entregarles y enseñarles a emplear las herramientas adecuadas para hacerlo.
Autor: Paco Polit (EsportBase)